La enfermería del castillo - La verdad sobre el trovador

Movimiento: El castillo del duque - El aniversario

Media hora despues, tras haber preguntado e indagado, me encontraba frente a la puerta de la enfermería, donde estaba la princesa herida y la Elfa médica. Estaba nervioso, presentía que Ayame había escuchado mis gritos de "Paso al Capitán!" y ahora seguramente estaría confusa e incluso enfadada. Vacilé un segundo, y haciendo acopio de fuerzas llamé suavemente a la puerta. Sin esperar contestación la abrí poco a poco, para luego asomar la cabeza por el marco y ver a la princesa tendida en la cama con la herida vendada, y a la Elfa curandera sentada junto a ésta, con la cabeza reposando entre sus manos.

-Se puede? -pregunté con débil voz para no despertar a la herida, tras lo que entré sin esperar contestación, preguntando- Está bien?... Estás bien?

Movimiento: Vengo de Aqui.

Todo estaba oscuro. Nada parecía moverse a su alrededor, y la oscuridad reinaba en el lugar donde se encontraba. Keira se preguntó dónde estaría. De repente, una luz intensa hirió la mirada de la elfa. Sus ojos intentaron seguir la luz, y se encontró entreabriendo los ojos, doloridos por los rayos solares.
Intentó mover el brazo derecho, donde le había acertado la bala, pero no consiguió más que notar un leve dolor en el omóplato. Se sentía como si hubiera tomado alguna sustancia que hubiera afectado a su organismo, de forma que le costaba fijar sus dorados ojos en las personas que se hallaban junto a ella. Por lo que pudo apreciar, se encontraba en una de las blancas habitaciones de la enfermería, pero le costaba identificar a la gente desde su estado.
Pudo reconocer a la elfa que anteriormente se había fijado en ella y a la que no había vuelto a ver. Quiso pronunciar un "Gracias", porque supuso que había sido ella quien la había curado, pero su voz se negaba a salir de su garganta, seca en esos instantes.
Escudriñando con esfuerzo el rostro de otra mujer, de pie en la habitación, pudo adivinar que era su madre, la duquesa Katalina. Una media sonrisa salió de los labios de la elfa y, aunque no pudo reconocer a la última persona que había en la habitación intentó dedicarle una nueva sonrisa en agradecimiento a lo que habían hecho por ella.

FDI: Vengo de... una fiesta...

DDI:
La joven levantó la cabeza suavemente al oír la voz de Minth, que se encontraba junto a ella en ese momento.

-Está bien -sonrió-. La he sedado por lo que ahora mismo sólo está dormida...

Sin embargo no espondió sobre su propio estado. Ni ella misma lo sabía. Tantas cosas habían sucedido en tan poco tiempo que le costaba asimilar todo lo ocurrido. Y en primer lugar...

-Capitán... -añadió en voz baja haciendo una leve inclinación de cabeza en señal de respeto. No había signo de rencor en su voz, ni siquiera de enfado, sólo... respeto.

Fue en se momento cuando se fijó que la joven princesa comenzaba a despertar. Algo repentino, ya que no hacía mucho que la había sedado. Sin duda corría sangre élfica por sus venas.

-No deberíais hacer esfuerzos, princesa -sonrió con amabilidad, ladeando levemente la cabeza-. Aún debéis recuperaros.

-Capitán...

Al oir la voz de la bella Ayame nombrándome por mi cargo al tiempo que hacía una reverencia, no pude sino echarme a temblar, al tiempo que daba un paso para entrar completamente en la habitación y decía con verdadera angustia:

-Oh, Ayame, Ayame, no me hables así, pues cuando te veo inclinar la cabeza ante mí, tus palabras se me clavan como dagas! Si, es cierto que te mentí, pero no tuve mas opción que hacerlo. Tenía órdenes de infiltrarme en la fiesta sin dar a conocer mi identidad, pues yo soy en realidad Kaelos de Crell, Capitán del XII Regimiento de Guardias de la Ciudad. Pero tú, tú no debes inclinarte ante mí. Tú, que salvas la vida, mientras que yo la quito... Nada debe cambiar entre nosotros! -añado con un suspiro- Podrás perdonarme algún día?

No sabía por que, pero sentía un profundo vacío dentro de mi cada vez que la Elfa desviaba la mirada en señal de respeto hacia mi. No quería nada más que el seguir como habíamos estado hasta ahora, dos personas que charlaban y se divertían, no quería que nada cambiase. A todo esto, advertí como la princesa despertaba, por lo que me incliné, rodilla en tierra, y le dije con todo respeto:

-Mis saludos, princesa, mi nombre es Kaelos de Crell, Capitán del XII Regimiento de Guardias de la Ciudad. Espero con gran deseo vuestra pronta recuperación.

Ayame volvió a sonreir con amabilidad.

-No hay nada que perdonar, Kaelos. Entiendo por qué lo hiciste, ya que está en tu deber como el Capitán de la Guardia. Debías velar por la seguridad de la fiesta y del Duque y su familia. Es comprensible. -unos segundos de tenso silencio se hicieron presentes en la enfermería mientras Ayame medía sus siguientes palabras-. Puede que yo salve vidas y que tu las quites, pero tú velas por la seguridad, por lo que también salvas vidas. Y, además... todos tenemos algo... "oscuro" dentro de nosotros...

Dicho esto se alzó para hincar una rodilla en suelo y reverenciar así a la princesa.

Ah, cuántas cosas oscuras tenía yo dentro de mí sin que aquella lo supiese! Cuántos recuerdos de mi ensangrentada y amarga niñez! Sin duda la médica me sorprendía cada vez más, y al escuchar sus palabras no pude evitar esbozar una media sonrisa, que me esforcé por borrar de mi rostro cuanto antes, para luego levantarme y alternar miradas entre la princesa y Ayame.

Tras unos minutos de nuevo silencio, nada más podía hacer allí, por lo que me dispuse a marcharme, ya aliviado por saber que la Elfa no me guardaba rencor por mis mentiras. Me di media vuelta, abrí cuidadosamente la puerta para que el sonido no molestas a la princesa y le dije a Ayame:

-Debo irme, pero recuerda... Si necesitas ayuda, tienes un Capitán en el castillo dispuesto a ello. -dije antes de marcharme definitivamente de allí, caminando alegremente aunque sin mostrarlo por los pasillos.

Movimiento: La plaza del mercado

Movimiento: Vengo de Una fiesta

Corriendo y sudando, padre e hijo llegaron hasta la puerta de la enfermería donde supuestamente tenía a la princesa. Lo que más me preocupaba era su estado de salud, no solo por la vida de la princesa, sino por la propia salud del Duque, que seguro que perecería de la pena, teniendo en cuenta su estado de salud. Era justamente lo que el Concejal había mencionado.
Sin ningún tipo de cortesía, abrí la puerta con rápidez. Una elfa se encontraba con la princesa, y esta, despierta y por lo que parecía, en buen estado de salud.
Garreth entró detrás de mí y se colocó tras mi espalda, de brazos cruzados y expresión seria, observando la escena.
- ¿Como... como está? - Pregunté con voz temblorosa.

La elfa asintió levemente ante las palabras del Capitán.

-Lo mismo digo, Kaelos -sonrió ella, antes de que el joven se marchara-. Si alguna vez necesias una curandera, ya sabes donde encontrarme.

La puerta se cerró silenciosamente tras los pasos del joven, y Ayame se dispuso a apoyar los antebrazos sobre las rodillas, aún dispuesta a esperar a la completa recuperación de la princesa. Sin embargo, no pasaría muchos minutos en compañía de su soledad, cuando dos personas volvieron a entrar por la misma puerta. Un humano ya entrado en edad y un joven que lo acompañaba.

-Descansa -respondió a la pregunta que había formulado el que parecía ser más mayor-. En breve estará como nueva.

La elfa notó el sonido de la puerta varias veces, al abrir y cerrarse, y mantuvo sus ojos cerrados, pues aún notaba un ligero mareo. Al oír las voces de Ayame y el capitán de guardia Kaelos, y más gente que iba entrando y saliendo, decidió levantarse.
No estaba del todo recuperada, pero abrió los ojos, sin notar esta vez tanto mareo. Descubrió la habitación blanca en la que había despertado antes y sonrió, parecía tener las fuerzas suficientes para levantarse y hacer acto de su rápida recuperación.
Se puso en pie, apoyando con cuidado el brazo derecho para evitar molestias en el hombro derecho, donde le habían disparado. Esta vez no se tambaleó.
Sonrió ampliamente al observar las reverencias de Kaelos y Ayame y unas palabras salieron de sus labios rosados, mientras correspondía al saludo con una leve inclinación de su cabeza.
- Señorita Aotsuki... le debo tanto... Gracias por curarme. ¿Qué habría hecho sin usted? Le debo la vida. Será recompensada con creces por este acto de buena fe. - Y esbozó una amplia sonrisa hacia la curandera.
Observó al Capitán de la guardia, pero no le dio tiempo a dedicarle unas palabras de agradecimiento, pues ya se había marchado.
Un nuevo hombre había entrado en la habitación donde se hallaba, seguido de otro más joven que parecía ser su hijo, y el primero había preguntado sobre su estado de salud con una voz temblorosa que parecía romperse en cualquier momento.
Sonrió al recién llegado, inclinó la cabeza en forma de saludo y dijo:- Vamos, no hace falta que os preocupéis tanto por mí, pero veo que tendré que salir a convencer a mi pueblo de mi buen estado de salud... y soltó una pequeña carcajada que recordaba el sonido del agua cristalina que corría por los ríos del Bosque Rojo.
Aún notaba un ligero dolor en el omóplato, pero no le dio importancia, y esbozó una de sus eternas sonrisas, comenzando a caminar hacia la salida para hablar a su pueblo.

La elfa observó la inclinación del hombre ante ella, y correspondió a su saludo inclinándose también.
Keira escuchó las palabras del mercader con seriedad, y su pregunta logró confundirla durante unos instantes. Frunció el ceño, recordando los momentos de la fiesta.
Fijó sus ojos en los de Ralexion, pronunciando unas palabras.
- Que yo recuerde... Nada. No vi a nadie sospechoso. Por lo menos eso creo. Lo siento. - y una media sonrisa asomó a sus labios.
Dirigió una última mirada a Ayame, cargada de agradecimiento, y salió de la habitación de la clínica, recogiendo antes sus pertenencias, que descansaban apoyadas en una silla cercana a la puerta.

Faelin entro como una exhalacion en la sala, aparte de la herida y la medico, habia una tercera persona en la sala, del cual solo alcanzo a oir su ultima frase
"Soy Ralexion Kidbudd, señor del gremio de mercaderes."

Keira salio de la sala justo cuando el Drow entro, este la dejo pasar, no sin antes saludarla, parecia estar bien pese a que una bala le hubiere atravesado el hombro... Pero su prioridad en esos momentos no era la paciente, segun las palabras de Isidith no habia conseguido sacar nada del Elfo pues Ambros lo habia impedido, pero un simple sirviente no podia poseer un arma tan cara, deseaba hablar con la medico pero el tal Ralexion se le habia adelantado, pacientemente se recosto contra el marco de la puerta aguardando que este acabase

Movimiento: Vengo de La fiesta

-Mi nombre es Ayame Aotsuki, curandera de Uru. Un placer, señor Kidbudd -respondió a Ralexion, esbozando una leve sonrisa.

A espaldas del mercader, la puerta volvió a abrirse, momentos antes de que la princesa desapareciese por esta. En ese momento entró alguien más, un drow. Un escalofrío recorrió la espalda de la joven elfa pues tenía constancia de la aversión que sentían los drow contra los elfos. Este no parecía tener malas intenciones, se había apoyado contra el marco de la puerta de forma relajada, obviamente esperando el momento para poder hablar con uno de los dos presentes de le enfermería... Aunque algo le decía que se trataba de ella.

Un personaje ingreso a la enfermeria con aire preocupado, se mostraba agotado y preocupado, pero su atencion ni se preocupo por los presentes, pues buscaba a alguien en particular, y no la encontro, por lo que se giro mientras se disponia a irse, sabian todos que era el Heredero.

El heredero se giro, ya estaban en el corredor y aunque estaba apurado por encontrar a su hermana se detubo y enfrento al Chambelan, sin siquiera responder se mantuvo inmovil esperando a las necesidades del Chambelan.

El chambelan se detuvo a la altura del futuro duque, sus ojos se clavaron en los de este, analizandolo, no parecia haber cambiado un apice, al menos en apariencia
Considero oportuno una... entrevista con usted sobre el futuro del ducado, por asi decirlo, es mi deber como consejero de vuestro padre y en vista del empeoro de la salud del duque... no parece estar muy lejos el dia en el qe vos tomeis el mando... para bien o para mal -Añadio para si mismo- Asi pues, si no teneis inconveniente alguno os rogaria que me acompañaseis a mis aposentos
Faelin retiro la mirada un segundo de los ojos del heredero para examinar el corredor, el asunto a tratar no deberia ser de dominio publico...

El heredero tenia mil asuntos que tratar, él dominaba el ducado hacia meses aunque jamas lo confesaba por respeto a su padre, pero no habia asunto que se le pasase por alto, desde el ajuste salarial de los reclutas hasta las donaciones a la Iglesia en los dias de los martires, aun asi, tenia tiempo para tambien atender a la corte y sus "exigencias", aunque ello le costaba la salud y el sueño, y por ello su mal estado.

Conocia tambien a aquel Chambelan, aunque no le consideraba un personaje de intelecto demaciado amplio, solo le veia como otro aprovechador del Duque, y no como una herramienta para el bien del ducado, aun asi, buscaria a su hermana en unos momentos, atenderia al Chambelan y sus exigensias.


- De acuerdo... le sigo, pero tengo otros asuntos que atender a la brevedad - dijo con tono abrumado.

-No hay de qué, era mi deber -respondió la joven con una renovada sonrisa, aunque no pudo evitar esbozar una mueca de incomodided al ver cómo el señor Kidbudd la reverenciaba.

Justo en ese momento, la puerta de la enfermería volvió a abrirse para dar paso al heredero que, tras echar un vistazo a su alrededor buscando a la princesa, volvió a salir, acompañado por el drow.

El señor Kidbudd se aclaró la voz, lo que obligó a Ayame a centrar de nuevo su atención en el mercader.

-Dejé la bala extirpada allí -respondió, señalando con un dedo hacia lo que parecía ser una bandeja de aluminio que reposaba sobre la mesita de noche que había al lado de la camilla sobre la que había intervenido a la princesa. En esta se podía apreciar la ensangrentada bala-. ¿Por qué lo pregunta?

Unos pasos resonaron en el corredor, fuera de la habitación donde Keira había estado hacía tan solo unos instantes. Se trataba de una pequeña humana, con el pelo negro e impactantes ojos verdes que caminaba con suavidad hacia la habitación donde había estado ingresada la princesa.
Se detuvo, sorprendida, al descubrir al chambelán y al heredero del trono en el mismo corredor donde ella se encontraba.



Abrió mucho los ojos, y balbuceó unas palabras, mientras realizaba una exagerada reverencia ante el príncipe:
- Yo... Señor... Ehh... -
Los nervios de Alethium lograron sobrepasarla unos instantes, pero enseguida recuperó su aplomo, y, aun temblando ligeramente su voz, consiguió decir:
- M-Mis disculpas, Señor. Yo.. vengo a darle las gracias a la curandera Ayame de parte de la princesa. -
Se inclinó de nuevo con un gran nerviosismo y abrió la puerta con rapidez, cerrándola tras de sí y suspirando aliviada mientras cerraba los ojos. Nunca antes había estado tan nerviosa.
Pocos segundos después, volvió a abrir los ojos, descubriendo en aquella habitación a una joven que parecía ser la curandera de la que Keira le había hablado y a un hombre de unos 45 años que charlaba con la médico hacía unos instantes.
Alethium volvió a notar cómo los nervios volvían a apoderarse de su estómago, y se inclinó de nuevo, pronunciando unas nuevas palabras:
- D-Disculpen la interrupción pero... yo... debo hablar con la curandera Ayame. Vengo de parte de Su Alteza real Keira. Mi nombre es..A-Alethium y soy su criada.
Después de esto, se volvió hacia el hombre que estaba en la habitación y se inclinó, dedicándole una sonrisa de nerviosismo.
Se volvió hacia Ayame, mirándola con sus ojos verdes reluciendo, mientras se inclinaba ante ella. Miró un segundo hacia atrás con inseguridad, pues no sabía cómo decir que necesitaba mantener una conversación con la curandera a solas.
Observó con nerviosismo a la joven, fijando sus ojos verdes en los suyos, dejando ver gran parte de su inseguridad mientras esperaba la respuesta de ésta.

Movimiento: Voy a Mi casa

- Me gustaría exáminarla...
Me acerqué hasta la bandeja y miré por encima la bala. A simple vista, parecía una normal y corriente, pero con tanta sangre por encima, sería imposible encontrar ninguna pista. Tras pensarlo unos instantes, decidí llevarme la bala a mi casa para lavarla y observarla con más detenimiento.
No tenía esperanzas de encontrar nada, pero nunca se sabía, nunca...
Saqué un pañuelo de color blanco de mi bolsillo derecho y lo espolsé para usarlo con mayor comodidad. Tomé la bala con este, y me la metí al mismo bolsillo del que me había sacado el pañuelo. Hecho esto, no tenía más razones para quedarme ahí, así que ya era hora de volver a casa.
- Señorita Ayame, un placer conocerla, si me disculpa, tengo que volver a mi hogar, mi familia me necesita... - En ese momento, entró una pequeña mujer de expresión tensa, que me saludó con una inclinación, y yo le devolví el gesto. Quería hablar con Ayame. - Señoritas, si me disculpan...
Abandoné la habitación, y salí del castillo del Duque. Mi lugar de destino... mi hogar.

Una joven entró en el preciso instante en el que el señor Kidbudd se disponía a abandonar la enfermería, tras haber cogido la ensangrentada bala y haberse despedido de la curander con una breves palabras que fueron correspondidas cordialmente. Se trataba de una humana de largos cabellos del color del azabache y ojos del color de la esmeralda. Balbuceó unas palabras, al parecer quería hablar con la joven elfa.

-Bien, ya estamos solas, Alethium -dijo Ayame, esbozando una amable sonrisa con la intención de tranquilizar a la joven, la cul parecía estar muy nerviosa.

"Ni que la fuera a comer..." Pensó divertida.

Alethium observó nerviosa el ambiente mientras escuchaba las palabras de la joven.
Buscó entre sus harapos y le entregó a Ayame una carta escrita con caracteres élficos, avanzando unos pasos hacia atrás.
La única parte de la carta escrita con caracteres élficos era donde ponía "Ayame Aotsuki". El resto estaba escrito con caracteres propios del lenguaje de Uru.
La carta decía así:
"A la curandera de Uru, Ayame Aotsuki.
Tengo que agradecerle que me curara el hombro, pues sin usted no habría sido capaz de sobrevivir a la bala en mi hombro. De todas formas, veo oportuno entregarle esta carta a través de mi criada Alethium.
Debe saber que tengo en mi poder conocimientos acerca del encargado de la investigación del atentado. Me gustaría saber si tiene algún conocido que pueda resolver el misterio que concierne al atentado contra mi Padre.
Si es así, debo pedirle que me haga un favor. Pídale a su conocido que investigue sobre esto, pero, sobre todo, no difunda este mensaje.
Cuando acabe la lectura de esta carta, memorice su contenido y quémela. Nadie debe saber que le he escrito una carta.
Dándole las gracias de antemano,
Su Alteza Real;
Keira.
La criada observaba a la joven mientras leía, seguramente no haría nada más allí, pero esperó la respuesta de Ayame mientras movía el pie izquierdo, dejando notar sus nervios incontrolados una vez más.