Camino hacia la Aldea - El Gran Lago

Movimiento: Viene de aquí

Tras conseguir un par de monturas en buenestado de los establos del castillo, Felix y yo nos pusimos en camino hacia el pueblo del cual provenía el autor del intento de asesinato. Cabalgábamos a galope, a medida que la noche iba sucediendo a la tarde, siempre por los caminos menos usados para no ser descubiertos, sin perder un segundo y sólo parando tras una hora de viaje para descansar los caballos.

Estaba nervioso, y constantemente miraba hacia atrás para verificar que en las sombras de la ahora noche no se escondía ningún bandido. No es que me hubiese asustado, pero no teníamos tiempo para perderlo con vulgares asaltadores de caminos.
Seguimos el camino durante 2 horas y media, al galope, picando espuelas como si huyésemos del mismísimo infierno. Teníamos poco tiempo, una noche y algo del día antes de que la brigada de nobles arrasara la aldea. Por qué habría hecho aquella petición la Elfa Ayame? Hasta ahora no me había parado a pensarlo, simplemente había aceptado... Sin duda habría muchas cosas que hablar con la médica cuando regresáramos a Uru.

La noche había caido cuando por fin, a lo lejos en el camino, divisamos las luces de lo que parecía ser una aldea. Sin aflojar el ritmo al que cabalgaba mi corcel, insté al sargento a continuar un poco más. Ya casi habíamos llegado...

Y en efecto, era la aldea, aunque estaba en la altura, sobre los arboles...

Tres grandes arboles con troncos gruesos como troncos formaban un triangulo perfecto y las pobladas copas de los arboles se entrelazaban formando una especie de cubil de ramas y hojas...

Las luces provenian de dichas copas, donde probablemente los elfos estaban reunidos pues se escuchaban voces y canciones elficas, asi como el resonar de algunos hermosos instrumentos...

Los caballos estaban agotados y sudados, pero habian llegado en poco tiempo, y llevaban una noche de diferencia con los soldados del Duque, por lo que solo quedaba subir a los arboles.

Pero antes de siquiera bajarse de los caballos sintieron el no tan agradable sonido de cuerdas tensadas, y al girarse, cinco arqueros elfos y uno con una lanza, que parecia el capitan, les apuntaban por la espalda, hablo el de la lanza.


- ¿Que apuro os trae a mi hogar? - pregunto, no pudiendo kaelos evitar el tono hostil de las palabras del elfo, quien tenia un extraño color cobrizo, tanto en el color del cabello, ojos y armadura, parecia mas un disiplinado soldado a un aldeano del pequeño bosque.

La felicidad de haber llegado tan rápido se disipó como humo ante una fuerte ráfaga de viento, ya que antes de darnos cuenta 6 puntas de acero afiladas amenazaban nuestra integridad física. Me giré para lanzarle una mirada a Félix del tipo: "no muevas un músculo", y luego bajé del caballo para encararme con el líder Elfo. Era sin lugar a dudas un soldado, como los otros de los arcos, algo sumamente extraño en una pacífica aldea de los bosques... Obviamente dar a conocer mi verdadera identidad habría sido un suicidio, por lo que decidí volver a sacar Minrith a la luz.

-Mi nombre es Minrith de Tharia, y éste es mi compañero Talos. Guarda tu lanza, Elfo, sólo somos viajeros que buscan refugio en esta noche, tras haber huido a duras penas de unos salteadores de caminos. Quién sois vos, y qué ha sido de la legendaria hospitalidad de los Elfos? -mentí.

A pesar de todo, aquellos sucesos estaban siendo muy reveladores. Quizás los nobles de Uru encontrarían pasado mañana más resistencia de la que esperaban.

- Y cual es vuestro oficio, Viajeros? - Pregunto el elfo sin moverse - Yo soy Turell, Principe elfo y señor de estas tierras. - Dijo con voz seca y hostil.

Una segunda inspeccion sobre el elfo demostro a Kaelos, aunque este no era herrero, la buena calidad de las armas y armaduras del lancero, no solo de buen material, pero con una confeccion digna de los antiguos reyes herreros enanos del sur, armaduras como aquellas ya no se veian muy a menudo, ademas de las tantas laminas de la coraza y los refuerzos de bronce, quien confecciono esa armadura habia gastado largas horas adornandola conciendole un estilo otoñal, cada pieza representaba una hoja o conjunto de hojas de arboles caidas, una mescla entre arte y guerra perfecta. El elfo, al no usar casco, mostraba unas facciones duras y severas, y ni se inmuto ante los recuerdos de la antigua hospitalidad elfica.

Tal como no se inmutaba el Elfo, así hacia yo, impasible oyendo sus palabras. Amo y señor de estas tierras... Acaso no sabían que ese era el Duque? Aquel principe sin duda no ubicaba tiempo y lugar, debía estar en mitad de un viaje astral.

No obstante, pensé que quizás pudiese sacar partido de ello, por lo que haciendo una exagerada reverencia, le dije con tono poético aunque cargado de ironía:

-Ah, Gran Señor del Lago y Mas Allá, mi compañero y yo somos errantes, viajeros movidos por el simple interés de conocer mundo, respetuosos con la vida y la naturaleza. -rematé, aunque no esperaba convencer al príncipe con la parafernalia.

Luego me recompuse, clavando mis azules ojos en los suyos. Si, Ambros y los demás nobles iban a tener mucho más trabajo del que imaginaban. Pero más tenía yo en esos momentos, impaciente y cansado como estaba, esperaba que Turell nos acogiera, pues no habíamos dado motivos para desconfiar.

- Ese mandoble sin duda es respetuoso a la naturaleza y sobretodo a la vida - dijo inmutable el "principe".

- No podemos hospedar a viajeros, tenemos trabajo que hacer... - dijo finalmente.

Esbocé una sonrisa al escuchar su réplica, y lanzándole una mirada divertida a Félix, le dije al principe al tiempo que acariciaba la hoja de Fenrir:

-Sin duda, tal vez tanto como vuestros arcos y lanzas. -dije, con ironía aunque tratando de ocultarla.

Trabajo que hacer? A que se refería aquel lunático Elfo con trabajo que hacer? Aquello complicaba las cosas, no tenía idea de cómo infiltrarnos en el poblado ahora que sabía que no éramos bien recibidos. Pero antes de nada tenía que quitarme a aquellos molestos Elfos de encima.

-Bueno, lo lamento Gran Señor del Lago, sin duda mi compañero y yo tendremos que pasar la noche en otro lugar. No tengáis remordimientos, ya que Fenrir cuidará de nosotros, alejando a los bandidos e indeseables. -remato, esbozando una sonrisa feroz antes de volverme, montar en el fatigado caballo y comenzar a cabalgar por el sendero hacia algún lugar lo bastante alejado como para descansar sin ser vistos por los Elfos locos. Por un momento pensé en no hacer nada y dejar que los nobles pisaran la cabeza del insolente "príncipe" Elfo, pero recordé la petición de Ayame.